sábado, 23 de agosto de 2008

EL COMIENZO JAPONÉS


La cosmología japonesa, al igual que la griega, comienza con la existencia del Caos y la aparición de las deidades a partir de él. Pero se diferencia de la mitología griega en que la Tierra no nace espontáneamente del Caos, sino que las deidades la crean por voluntad propia.

Del Caos surge un primer hijo, llamado el Señor Eterno Ordenador que será quien creará a la primera pareja de deidades: Productor de lo alto (dios) y Productora de lo divino (diosa). Estas primeras deidades conforman la tríada original. A partir de ella surgen varias generaciones de dioses, generalmente en parejas, hasta llegar a la dupla de dioses que serán responsables por la creación de la tierra, ellos son: Izamagi (hombre) e Izanami (mujer).

Estos dioses se encargan de la creación de la tierra y de todas las cosas que la pueblan. Izanami dio a luz a las montañas, los árboles, los campos, la luna, las estrellas, el sol; pero cuando dio a luz a los dioses del fuego, el esfuerzo fue tal que perdió la vida al hacerlo.

Entonces Izanami desciende al mundo de los muertos, Izamagi (al igual que Orfeo en la mitología griega) la siguió hasta allí. Ella le prohibió verla, él no pudo evitarlo y encendió una antorcha pero lo que encontró no fue a su recordada esposa sino a una mujer deformada y putrefacta. Izanami enfureció ante su desobedecimiento y lo persiguió hasta las puertas que separaban el mundo de los vivos del mundo de los muertos. Allí Izamagi logra sellar la entrada una vez que la atraviesa pero es capaz de oír las últimas palabras de Izanami. Ella le prometió que cada año haría morir a mil de sus vasallos. Izamagi, por su parte, contestó que él haría nacer a mil quinientos cada año.

De esta forma se establece, en la mitología japonesa, la primera antítesis de la humanidad y la más antigua: la vida y la muerte.

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